Desde que llegas, se siente. El ritmo baja, las preocupaciones se disuelven y lo cotidiano queda atrás. Las camas frente al mar, las hamacas entre palmeras, y una carta pensada para deleitar sin prisa, te preparan para un tipo de descanso distinto. Uno que no solo relaja el cuerpo, sino que aquieta la mente.
Y cuando cae la tarde… todo se eleva. La luz dorada se mezcla con los sonidos de la naturaleza y la música envolvente que sale del bar. Es el momento perfecto para un cóctel, una charla sin tiempo, o simplemente contemplar el horizonte.